viernes, agosto 10, 2007

 

El perro del hortelano

Ya va siendo hora de llamar a las cosas por su nombre. Y más cuando el debate sobre la situación de las infraestructuras ha llegado a la calle. ¡Por fin!

Los 30 años de democracia vividos en Barcelona han sido una carrera de engaño en engaño. Primero fue que era bueno descentralizar la administración; luego el hecho diferencial; a continuación “som una nació”, pasando por el maltrato del centralismo madrileño y la permanente demostración que eso con la independencia no pasaría.

Tras el engaño, como los trileros de las Ramblas, la realidad. Unas administraciones autonómica y municipal megalónamas, con criterios burocráticos al más puro estilo y concebidas como pago a las fidelidades políticas e ideológicas, simples bicocas, sinecuras y chollos. Un ayuntamiento capaz únicamente de ejecutar la Barcelona proyectada por Porcioles en el 68, con el único detalle del Fórum de las Culturas. Se dice que el poder corrompe y, si es permanente, corrompe permanentemente. ¿Se ha investigado el 3% o el 10 o el 15? La obsesión por el techo competencial y un ridículo celo ha alejado expresamente la intervención del Estado a través de la acción del Gobierno central y ha provocado el famoso victimismo pujolista.

No me van a convencer de las bondades autonómicas y descentralizadoras, pues tras 30 años verifico que el buen gobierno requiere inteligencia, imaginación, integración e ilusión. 4 íes que se han confundido con interés, ineficacia, insensatez e inoperancia. Y no debo de ser yo sólo, cuando los índices de abstención electoral van en aumento.

Hoy son necesidades que claman al cielo: los túneles de conexión Barcelona-Vallés (tanto para trenes como para coches); el servicio de cercanías orbital en torno a Collserola; el 4º cinturón; el AVE por el Vallés; el enlace de las dos líneas de los “ferrocatas” FGC Pza. Cataluña-Pza. España y su prolongación hasta Caldes de Montui o hasta Castelldefels desde Sarriá; autovía en el Eix Transversal, autovía pirenaica; ampliación de la red del metro... Y un largo etcétera.

Hoy más que nunca me viene a la memoria aquello del perro del hortelano, “que ni come ni deja comer”.

Pablo Rivero San José. Profesor

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