miércoles, agosto 09, 2006
“Estoy rodeado de imbéciles” .-Enrique IV de Inglaterra-
Dos de los sucesos más relevantes de este verano ponen de manifiesto la incongruencia de la lógica nacionalista. El caos de El Prat del 28 de julio es la palanca, la prueba del nueve para la lógica nacionalista: la mala gestión estatal implica que ha de ser la autoridad autonómica –de momento- quien ha de gestionar los aeropuertos. Los incendios que desde el 4 de agosto están arrasando miles de hectáreas en Galicia, ¿de qué son palanca y prueba del nueve? Siendo competencia exclusiva de la Xunta, ¿a quién debería pasar su gestión? Pues según la línea argumental nacionalista a las asociaciones de vecinos, clubes deportivos o similares, pues están más cerca de la gente.
Dicho de otro modo. Cuando se pone en cuestión el estado y se solicita quedarse con sus funciones y competencias, se abre la puerta a que toda reclamación particular de la misma índole sea lícita. El desastre del Carmelo, con la millonada que está suponiendo para las arcas públicas y bolsillos de los contribuyentes, es uno de los casos de la ineficaz gestión pública. En un sistema democrático, la responsabilidad exigida con objetividad es competencia de los tribunales para que hagan justicia. Si técnicos, empresas o autoridades se han equivocado deberán cumplir la sentencia que se les imponga. Otras personas, otras empresas tomarán el relevo en la gestión y ejecución del proyecto para darle un final feliz. A ninguna entidad, asociación de vecinos o amigos del Metro o club de petanca del Carmelo, se le ocurre reclamar para sí la gestión de las obras.
¿Por qué entonces a los nacionalistas se les ocurre reclamar para sí la gestión de los aeropuertos? Hasta el momento, las autonomías regidas por distintas fuerzas políticas no demuestran ser mejores administradores que el estado. Los vicios de éste se han reproducido y multiplicado en aquéllas. ¿Es, pues, un “quítate tú para ponerme yo”?
Vengo observando una inutilidad funcional de los responsables estatales (delegados gubernamentales, directores de aeropuertos o empresas públicas en Cataluña) del todo manifiesta. ¿Forma parte de la estrategia zapateril para construir la españa-plural?
Algo no funciona bien. Mientras el sufrido-ciudadano-pagador-de-impuestos-tasas-y-sobretasas busca en el calendario el próximo puente, los responsables de los desaguisados le chulean ocupando bicocas, subidos a la noria de la nómina del presupuesto público.
Dicho de otro modo. Cuando se pone en cuestión el estado y se solicita quedarse con sus funciones y competencias, se abre la puerta a que toda reclamación particular de la misma índole sea lícita. El desastre del Carmelo, con la millonada que está suponiendo para las arcas públicas y bolsillos de los contribuyentes, es uno de los casos de la ineficaz gestión pública. En un sistema democrático, la responsabilidad exigida con objetividad es competencia de los tribunales para que hagan justicia. Si técnicos, empresas o autoridades se han equivocado deberán cumplir la sentencia que se les imponga. Otras personas, otras empresas tomarán el relevo en la gestión y ejecución del proyecto para darle un final feliz. A ninguna entidad, asociación de vecinos o amigos del Metro o club de petanca del Carmelo, se le ocurre reclamar para sí la gestión de las obras.
¿Por qué entonces a los nacionalistas se les ocurre reclamar para sí la gestión de los aeropuertos? Hasta el momento, las autonomías regidas por distintas fuerzas políticas no demuestran ser mejores administradores que el estado. Los vicios de éste se han reproducido y multiplicado en aquéllas. ¿Es, pues, un “quítate tú para ponerme yo”?
Vengo observando una inutilidad funcional de los responsables estatales (delegados gubernamentales, directores de aeropuertos o empresas públicas en Cataluña) del todo manifiesta. ¿Forma parte de la estrategia zapateril para construir la españa-plural?
Algo no funciona bien. Mientras el sufrido-ciudadano-pagador-de-impuestos-tasas-y-sobretasas busca en el calendario el próximo puente, los responsables de los desaguisados le chulean ocupando bicocas, subidos a la noria de la nómina del presupuesto público.
